jueves, 21 de marzo de 2013

El Perfecto


Queridos morbilectores:

Hoy no hay entrada sobre El Descerebrado porque ignoró mi trolleo, y tal como supuse, el muy errático vendrá y marchará. No obstante, os traigo otra primicia.

Cuando ojeas el escaparate del Badoolaque, a veces ves gangas: Tipos que dices: "No entiendo cómo puede ser que esté aquí" Luego te dices a ti misma: "Eh, yo que soy guapa, atractiva, inteligente, divertida, sexual y nada humilde, también estoy en Badoo". Y te arriesgas.

El Perfecto lo es para mí. Al principio no lo parecía, había detalles como su postura extremista de "¡Matrimonio nunca!" o que fuera fumador ocasional que no me agradaban. Se veía muy agraciado físicamente, coincidíamos mucho en las etiquetas de intereses de la web. Y me inició conversación. Sospechosamente sólo podía quedar por las tardes a partir de las 20.00, lo cual me hacía temer que buscara un mal polvo, y sus fines de semana eran ajetreados. No me malinterpretéis, me gustan los hombres activos e inquietos: pero si no tienes tiempo para socializar en Badoo, igual eres un Ocupado que busca le elogien y matar el rato chateando. Así que lo bloqueé de guasapo, y entonces...me escribió sms y por badoo.

Quería quedar conmigo. Quería conocerme. ¿Qué me había pasado? No me apetecía contarle que estoy hasta el coño de esperpentos y estereotipos, que me sentía negativa, y nada receptiva a seguir intentando nada con él. Pero...Tuvo paciencia (que no persistencia). Y eso que no se lo puse fácil, volví a darle excusas y a desquedar en el último momento. Pero en su remanso de serenidad, seguía ahí si yo quería. Yo no me podía creer tanta generosidad: ¡algo ocultaba!

Ayer a las 20.00 estaba en una esquina próxima a mi casa, había venido en coche a tomar algo y cenar como habíamos planeado. Me aterraba subirme a su auto y que me secuestrara. Pero lo había aparcado, e incluso me avisó y se disculpó por retrasarse 10 minutos.

Su voz era aguda (me gustan las voces graves) Era de mi estatura (me gustan los hombres altos) Pero...no sé que me pasó, queridos morbilectores, que me sedujo. Y lo peor de todo, es que no debería, según mi sentido paranoide:

Lo primero es que va a terapia gestáltica de crecimiento personal. Una parte de mí puede alegrarse de que sea sincero, de que sea autocrítico, de que invierta tiempo y esfuerzo en resolver sus problemas que esté motivado a mejorar...Otra parte de mí grita TARADO TARADO TARADO. Porque en España, cuando alguien acude a un psicólogo, es porque realmente ha tocado fondo en su trastorno, o porque es uno de los hippies perroflautas comeflores piesnegros adictos a la filosofía new age y la autoayuda, potencialmente sectarios y profundamente desequilibrados. Siento sonar tan radical, pero, ejem, trabajo en el gremio, y estadísticamente, la gran mayoría de casos corresponden a uno de los dos perfiles.

Lo segundo es que sólo hablo de él (sin realmente esclarecer analíticamente nada, aunque tampoco es que yo intentara psicoanalizarle o interrogarle). Y puede parecer egocéntrico. En ningún momento me preguntó directamente salvo un par de cosas puntuales. La cuestión es que no hacía falta porque aunque yo sea más reservada y pudorosa en mi intimidad, sí me sentía muy confiada y espontánea, por primera vez en una primera cita, me desarmé de estrategias y contenciones para expresar lo que me saliera del orto. La conversación fluía, nos interrumpíamos porque conectábamos con lo que el otro acababa de decir, había mucho humor, mucha sincronía, mucha afinidad, muchho respeto, miradas cómplices....Y no queríamos que hubiera silencio, porque a mí me dio que era capaz de besarle y acostarme con él, y temí de él lo mismo. NUNCA me había ocurrido NADA así con NADIE. Lo juro.

Lo tercero es que en estos momentos de mi vida hay una persona, algo difuso, impreciso, pero seguro, confortable, una amistad que ha ido dando paso a intimidad y aprecio, concediéndonos una oportunidad sin compromisos. De hecho, esa persona me estaba esperando en mi casa. Y esa fue la razón por la que me despedí abruptamente, a pesar de que El Perfecto quería seguir la cita, y que incluso se ofreció a acompañarme a pasear a mi perra. Lo cierto es que hacía 8 años que no me sentía como con el Perfecto. Llegué a casa, soñé con él y con toda una vorgaginé de pasión y romanticismo que me ha despertado pletórica, he sufrido ansiedad al no verlo en el guasapo y que tardara en contestarme, he temido que igual me ignoraría (cuando me ha respondido y hemos estado charlando), y tengo ilusión y pánico por verlo.

¿Tengo un calentón? ¿Lo he idealizado? ¿Estoy formándome expectativas? ¿Me estoy (¡ay!) enamorando? ¿Y si yo, en mi racionalidad, en mi lógica, en mi crítica y exigencia, no quiero enamorarme? No es algo que pueda elegir o contener, deseo vivirlo, pero mi intuición me dice que me estoy equivocando. ¡Ayuda!

1 comentario:

  1. Menudo marrón xD
    Me intento poner en la situación y uf, es difícil. No sé, si por una parte crees que te estas equivocando... haz lo que creas correcto.

    ResponderEliminar