miércoles, 27 de marzo de 2013

Nadie es perfecto


Queridos morbilectores:

Nadie es perfecto. Debería tatuármelo para recordarlo. Yo no soy perfecta, y nunca lo conseguiré, me desprendería de muchas creencias que me limitan y me sabotean al respecto. Y nunca nadie va a ser perfecto para mí, nunca va a existir la relación perfecta, ya no soy una adolescente y tengo experiencia en las relaciones como para no vivirlas de esa manera tan melodramática y existencial, en búsqueda de esa quimera que es el romanticismo y la pasión infinitos del primer amor. Sin embargo, sigo idealizando, sigo soñando, seré una infantil, una inmadura. Intento no formarme expectativas. Pero entonces me sorprenden y me las formo. Y ahí vienen la decepción, el desengaño. Siempre.

El Perfecto tenía compromisos de fin de semana, en concreto, había quedado con sus amigos el sábado, y había posibilidad de verle el domingo. Yo en mi discurso de mujer independiente y saludable, respetaba que hubiera quedado con sus amigos y que eso no implicara anular sus planes por estar conmigo, o incluírme en esos planes. Pero me hubiera gustado, porque también soy egoísta e impaciente, y quería verle, estar con él. Recordé que cuanto más perfecta es una persona, menos espacio tendrás en su vida, porque deberás competir contra todos los que quieran acapararlo. Suena tremendista, pero es así: si eres una persona fascinante y encantadora, la gente te querrá, y tú querrás poder estar con toda esa gente.

Seamos honestos, no tengo ningún miedo a que conozca a otras chicas, le gusten más que yo y pase de mí, no, lo mío es mucho peor: yo, si sé que ya hay otra, renuncio, no me interesa rivalizar, porque quiero ser única, porque en mi autoestima o en mi narcisismo, es lo que necesito y lo que creo merecer. Para mí el problema es que tenga que competir contra amigos o familiares, porque ya me he visto en esa tesitura, porque yo soy conciliadora e integradora pero ellos no tienen por qué serlo, porque ellos estaban antes que yo o estarán ahí siempre, y ahí, queridos morbilectores, sí que tengo las de perder.

En éstas empecé a desidealizarlo, casi como una autoimposición: como no podía quedar con él el sábado, tampoco quedaría con él el domingo. Quería demostrarme a mí misma que no iba a depender de él, mientras la obsesividad y la idealización disminuían. Quedamos este lunes, esta vez de día para comer, pasear, dar una vuelta, y...

...y como una metáfora barata, a plena luz vi cosas que de noche se me habían pasado desapercibidas. Me pareció más bajo, más delgado, con más arrugas de expresión, con una cicatriz en la nariz, con las manos encallecidas. Detalles que en una primera impresión no capté, en una segunda impresión resaltaban. Ya no era tan atractivo. Diréis que soy una superficial exigente, pero el problema fue precisamente ese contraste...

Lo mismo ocurrió con su personalidad. Hablamos más, me contó cosas como que se sentía avergonzado de su consumo de alcohol, lo cual, nuevamente evidencia autocrítica y madurez, pero también PUTO ALCOHÓLICO IMPRUDENTEEEEEEEEEEE. Ese sábado bebió de más, dio positivo en el control de alcoholemia, se libró de una condena penal por un soborno...ahí estaba el reverso tenebroso. Tampoco ayudó que me llevara a un restaurante que tanto me había recomendado y que fuera una puta mierda en todos los sentidos. La tarde transcurrió mejor, charlando de espiritualidad y escepticismo, literatura, cine, pero....

...pero yo empecé a no sentirme tan espontánea y desinhibida como la primera vez. Porque había cada vez más silencios. Silencios en los que él me miraba extasiado y yo me sentía violenta. No. La verdad es que ahora yo no le correspondía. Necesitaba ese cara y cruz, así como tiempo para asimilarlo, pero él, por contra, estaba cada vez más seducido y convencido. Tanto que evidenciaba inquietud, timidez...y al despedirnos, abruptamente, en medio de una boca de metro repleta de pasajeros y transeúntes, me tuvo que decir que quería besarme. No...así no. Qué anticlimático todo. No era una situación íntima y propicia, estaba la gente empujando y nosotros apartándonos, con constantes interrupciones. Se lo hice saber, insistió, lo cual me desarmó, y cedí. Como siempre. Así que fueron dos besos superficiales, rápidos, impersonales. Sólo quería irme a mi casa.

Me sentí muy mal, muy triste. En el momento me dije que no querría volver a verle, ahora con calma comprendo que no sobrellevo bien la dinámica idealización/decepción, que tengo pánico a desengañarme, que me asusta porque en su momento me hizo sufrir mucho, y ahora, a la primera señal de sombra, tan natural como la luz, yo huyo. O tal vez, como todas las veces que he huído, había una razón, porque si no surge, no debes obligarte. Entonces: ¿Es intuición o es fobia al compromiso? Mi cerebro y mi corazón, siempre en constante dilemaa. ¿Le doy una tercera oportunidad al Pseudoperfecto?

1 comentario:

  1. madre mía que complicación xDDDDDD
    y yo pensaba que me comía el tarro JAJAJA
    Casi que para sacarte de dudas sí que quedes una tercera vez, pero ve más relajada!
    aunque claro, igual es darle esperanzas para luego...
    ais! yo siempre fui tan mala en cuestión de relaciones xD

    ResponderEliminar